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Sangre y arena

Foto del escritor: Nacho MirandaNacho Miranda

El 12 y el 15 de diciembre de 1968

el Unión Magdalena abrió el camino

de las estrellas para la Región

Caribe de Colombia;

180 minutos para la historia.


Unión Magdalena, 1968: Silvio Lizcano, (kinesiologo), Aurelio Palacios, Líder Toledo (Paraguayo), Pedro Vásquez Rossete, Pablo Emilio Hugueth, Obdulio Torres(paraguayo), Justo Ramón Sayas(Paraguayo). Agachados: Ramón Rodriguez(Paraguayo), José Quiñonez( Paraguayo) Eugenio Samaniego (Paraguayo), Manuel Manjarrés Jiménez y Raúl Peñaranda. Foto lachachara.org

Al finalizar el primer tiempo la tristeza y la incertidumbre cubren el camerino local. Durante los primeros 45 minutos el Unión Magdalena fue una marioneta del Deportivo Cali.


Los azucareros salieron como una tromba en el segundo partido de la final de 1968 en el Eduardo Santos de Santa Marta. El brasileño Iroldo Rodríguez de Oliveira, puntero izquierdo proveniente del Botafogo, marcó el primer gol al minuto de juego. El segundo, obra de Jorge Ramírez Gallego al minuto 27.

Con este marcador serían campeones por tercera vez pese a la derrota en Cali. Allí, Aurelio Yeyo Palacios, zaguero central, a los catorce del segundo tiempo le daba la victoria al Unión. Su gol todavía se recuerda; tremendo zapatazo de más de cuarenta metros que José Rosendo el Indio Toledo, arquero del Cali, después de más de cincuenta años aún está buscando.

Yeyo Palacios celebra el título del Ciclón. Foto, la chachara.org

Cuando Antonio Julio De La Hoz ingresó al camerino detrás de sus abatidos muchachos, ya sabía que les iba a decir. Nada de táctica ni de un nuevo planteamiento para el segundo tiempo, nada de eso. Se tomó sus “partes nobles” a dos manos y con el característico acento costeño vociferó: "¡no joda! ¿ganaron en Cali y se van a dejar quitar el título en la casa? ¡qué pendejada es esa!... ¿es que ellos tienen los huevos más grandes, o qué?"


Para el segundo tiempo la garra paraguaya y el coraje samario hicieron lo suyo. El Ciclón Bananero necesitaba un empate para salir campeón; con un gol forzarían un tercer partido, necesitaban dos. Raúl Peñaranda de diecisiete años, el niño del equipo, anotó a los 66 minutos con la mocha. El único gol que hizo con la derecha fue esa tarde.


Faltaba un gol para gritar campeón. Al minuto 86 Ramón Moncho Rodríguez aparece sólo contra Toledo; mientras el Indio le achica… la pelota ya vuela por encima de él, se dirige lenta… lentísimamente hacia la portería… como en cámara lenta.


Moncho Rodríguez, el héroe paraguayo del Unión Magdalena. Foto, lachachara.org.

Omar Delgado, el juez de línea, sube su banderín para marcar fuera de lugar. "¡Baja esa vaina que de acá no salimos vivos!"... Le gritó Canessa, árbitro principal esa tarde. Toda la tribuna de sol ya venía bajando hacia el campo para celebrar y el balón aún no había entrado. Con la algarabía, el pitazo final; con esa cantidad de público alrededor no se podía jugar ¡Unión Campeón!


La berraquera con la que salió el Ciclón para el segundo tiempo, siempre ha sido su genuina forma de jugar. El particular grito en cancha de Pablo Huguett: "sangre y arena", lo resume muy bien, "aquí no nos vienen a pasear… ¡botín es lo que hay!"


Famoso fue el coro que desde el Pascual Guerrero de Cali le gritaban al Unión: "llegó la leeeñaaaaaa". Y es que desde los años cincuenta le pusieron el remoquete de Magdaleña por su juego vehemente. Un estilo nacido de las entrañas pescaiteras, forjado a sol y brisa marina en pura pelota de trapo. El carácter único del pueblo bananero que puso la primera estrella del Caribe colombiano.


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