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Orgullosamente Paraguayo

Foto del escritor: Fredy Josué NiñoFredy Josué Niño

Actualizado: 31 mar 2022

Arsenio Pastor Erico Martínez, un guaraní que tuvo un romance con la red, es el máximo goleador del fútbol argentino, un prócer del fútbol paraguayo y un personaje mítico para el rojo de Avellaneda.

Arsenio Erico, ídolo venerado por diferentes generaciones del Nacional paraguayo y de Independiente de Avellaneda. – Imagen Conmebol.



Los horrores de la guerra de la Triple Alianza, desigual conflicto que extinguió más de la mitad del pueblo guaraní, aún estaban frescos en 1932; sin embargo, ese doloroso recuerdo no impedía que un Paraguay, más unido que nunca, enfrentara la provocación boliviana en el Chaco Boreal. Como miles de compatriotas, el joven Arsenio se alistaba para marchar hacia la guerra, hasta que la voz de un superior lo detuvo: “… Erico: ¡deténgase… salga de la fila, usted es más útil en una cancha de fútbol que en el campo de batalla…!”, la orden fue acatada y los dioses del fútbol sonrieron.


El destino quiso que, en plena guerra, Arsenio Erico se uniformara de futbolista e hiciera parte del equipo humanitario de la Cruz Roja, cuya misión era recaudar fondos para el ejército paraguayo; sus actuaciones en Argentina fueron un espectáculo y de inmediato dos gigantes: River Plate e Independiente pujaron para llevarlo al naciente fútbol profesional de la gran nación de San Martín.


Mientras El Chaco se desangraba, el Ministerio de Defensa de Paraguay otorgó el permiso para que Erico llegara en 1934 al fútbol argentino. La historia dice que Arsenio había dado su palabra a los dirigentes de Independiente y por eso se inclinó por el rojo de Avellaneda. De otro lado había advertido que en River sería muy difícil quitarle protagonismo al ya consagrado Bernabé Ferreyra.

Equipo de la Cruz Roja paraguaya en tiempos de La Guerra del Chaco. Erico al centro en la fila de abajo. – Imagen de Cancha Chica


Fue muy modesto Arsenio, nadie, absolutamente nadie tenía la magia y su estilo de juego, parecía que corriera sobre una cornisa imaginaria, se ladeaba de izquierda a derecha, desparramando rivales, su menuda figura lo hacía ver endeble, pero como buen guaraní era un guerrero que en el aire parecía tener alas o acaso en sus pies unos resortes que lo hacían inalcanzable para los arqueros y defensas rivales.


Hizo goles por montones, la mayoría extraordinarias piezas de arte para los fanáticos rojos que no sabían cómo llamarlo: El hombre de goma, El mago, El aviador, Duende rojo, Diablo saltarín; la prensa argentina invirtió en ríos de tinta para relatar sus hazañas y jugadas que hacían delirar a la ruidosa fanaticada de los diablos.

Arsenio Erico, la sensación de la crónica deportiva de la época. – Imágenes de elgrafico.com.ar


El virtuoso, El trampolín invisible, El semidiós, jugó en Independiente hasta 1946, el vínculo con el rojo tuvo un paréntesis en 1942, año en el que partió de la Argentina para cumplir con el sueño de la familia de ser campeón en Paraguay con Nacional, cuya camiseta ya había vestido antes que estallara la guerra, tal como lo habían hecho su padre, tíos y hermanos constituyendo así la primera gran dinastía del equipo del barrio obrero de Asunción.


Arsenio Erico alcanzó la gloria con los primeros dos títulos de Independiente, su registro goleador, que recién en 2013 demostró que anotó más que cualquiera, lo convirtió en el máximo artillero del fútbol argentino con 295 goles, destacando los 43 de la temporada de 1938 en apenas treinta partidos. Los dirigentes gauchos le ofrecieron doscientos mil pesos para que se nacionalizara y jugara con la selección albiceleste a lo cual respondió: “…no gracias, ante todo soy orgullosamente paraguayo…”; aunque paradójicamente nunca jugó con la selección de su país. Una absurda norma le impedía a extranjeros que jugaran en Argentina defender los colores de su selección nacional en el campeonato suramericano a realizarse en ese país.

La hinchada del rojo de Avellaneda le entregó su corazón. Arsenio respondió con goles. – Imagen de Culture foot.


Una platea del hoy moderno estadio Libertadores de América graba su nombre en la historia de Independiente, otra tribuna también lo recuerda en el mítico Defensores del Chaco, mientras que el estadio del Nacional paraguayo no podía tener mejor nombre: Arsenio Erico.

El hombre plástico, Míster gol, El hombre alado, falleció en Buenos Aires en 1977 por una complicación cardíaca, meses atrás había sufrido la amputación de su pierna izquierda, cruel destino para el Saltarín rojo, el más atípico jugador paraguayo y por ello mismo el mejor de la historia de su país.


En su lecho de muerte y luego de haber convulsionado, le dijo a su esposa “…si muero hoy, no olviden enterrarme con mi balón…”, un fuera de serie.

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