Los ingleses subían apresurados los racimos en el muelle samario desde el viernes en la noche, entre más rápido terminaran, más tiempo tendrían para jugar al fútbol.
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Barco bananero, muelle de Santa Marta. Foto: fundacionmagdalena.blog
En la madrugada de los sábados quedaba cargado El Tortuguero, barco a vapor de la gran flota blanca inglesa, pionero del naciente comercio bananero del Caribe colombiano. La tarde quedaba libre para salir a patear la vejiga inflable forrada de cuero en el Playón, área comprendida hoy en día en Santa Marta por los terrenos de la Aduana Nacional, la Sociedad Portuaria y la antigua estación del ferrocarril.
Aquella práctica foránea, extraña y exótica por momentos, hipnotizaba a cientos de muchachos curiosos que se agolpaban detrás de los arcos improvisados. Después, jamás quisieron jugar algo distinto en la costa sagrada de los Tayronas.
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Área del Playón en Santa Marta a principios de 1900. Foto: fundacionmagdalena.blog
El partido se armaba: por las toldas locales los miembros del club Zamacois, llamando posteriormente club deportivo Santa Marta; por los visitantes la tripulación del Tortuguero, que aunque hablaba un idioma distinto en aquellas tardes del picado... el único lenguaje común y universal era la pelota de cuero. Sin reglamento, sin árbitro, hasta que el sol se escondiera en la bahía más linda de América.
Llegaron más barcos: El Zent, el Reventazón y el Coronado. Así mismo salieron más rivales de casa: el Liceo Celedón, el club de la Sociedad Unión, entre otros. Lo que faltaba ahora era playa y más aún con las inundaciones en época de lluvias. Fue así como el fútbol, con sus cuadrillas de braceros a bordo, su sudor y la arena entre los dedos del pie, se fue trasladando pelotazo trás pelotazo hacia el norte de la ciudad.
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Primeras canchas improvisadas, La Catalana a la izquierda cuyo nombre sería posteriormente el orígen de La Castellana. Foto, blog historias del Magdalena
Es en las calles polvorientas entonces donde se empieza a gestar un estilo de juego. El ímpetu y las ganas por ganar, jugar con el corazón, por momentos con rudeza. Es por la calle ocho, por donde entró Bastidas, por la calle de Las Piedras donde la creciente dejaba sus huellas, por la calle donde el comercio, el ron y el desenfreno la hicieron llamar con justa causa la calle de La Perdición, por allí mismo nace el fútbol en Pescaíto.
Con el manifiesto interés por la nueva práctica que se hacía costumbre, los dirigentes de los clubes deportivos buscan y encuentran un terreno lo suficientemente grande, una antigua hacienda: La Catalana, que años después se convertirá en La Castellana. Tras el reglamento que llegó desde Londres, lo adecuan con las medidas reglamentarias y nace el primer campo de juego. Todo esto ocurría recién asomaba el siglo XX.
De 1908 es la famosa foto del Deportivo Santa Marta, que con listones verticales a dos colores en su camiseta presagiando el futuro uniforme del Ciclón, saltaba a la cancha con nombres como el de Marcelo Heyman, Santiago Bermúdez, Simón Solano, Manuel Mier, Agustín Correa, Néstor Díaz, José Díaz, Bambino Bermúdez, Ángel Núñez, Juan Pepán y Gabriel Echeverría.
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Deportivo Santa Marta, 1908. Foto, blog historias del Magdalena
Hacia 1915 Inexorablemente surgió el primer clásico costeño, Deportivo Santa Marta, también llamado Deportivo Samarios contra el Santander FC de Barranquilla cuyo resultado es incierto.
El fútbol del Magdalena subió como espuma de cerveza, el elixir de cebada empezaba a reemplazar a la desprestigiada chicha milenaria, mientras el fútbol samario se quedaba con los primeros títulos en torneos nacionales.
En 1928 en los primeros juegos nacionales de Cali, llamados juegos olímpicos nacionales, el Magdalena le gana la final al Atlántico dos goles a cero.
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Selección del Magdalena campeona de los primeros juegos nacionales, Cali, 1928. Foto, blog historias del Magdalena
Empezaría la supremacía del Magdalena a nivel nacional, de los primeros cinco juegos nacionales, el equipo samario gana cuatro finales de fútbol. Oro en Cali en 1928, oro en Barranquilla en 1935, oro en Manizales en 1937 y oro en Bucaramanga en 1941.
Todas las finales se las ganó al Atlántico en partidos dramáticos; esa rivalidad futbolística entre Santa Marta y Barranquilla viene de antaño y resucitará con los clásicos entre Junior y Unión años después.
Para la historia del fútbol colombiano quedan dos nombres escritos con letras doradas.
Rafael el Sapo Mejia, considerado por el fútbol de la época como el jugador más técnico de Colombia, apodado así por su facilidad en el salto al momento de cabecear a pesar de jugar siempre con boina.
Ricardo bollo de yuca Granados, primer samario en la selección Colombia, jugó en los Centroamericanos del 38 en Panamá, en la inauguración de El Campín de Bogotá para los primeros juegos Bolivarianos de ése mismo año y también fue llamado a integrar la selección Colombia en el Suramericano de Chile de 1945. Integraría igualmente el recién creado equipo de Los Millonarios como gran contratación costeña. Le decían bollo de yuca por tener un puesto de venta de bollos en el mercado Central de Santa Marta.
Sin banano no hubieran llegado ingleses a La Perla del Caribe, y sin ingleses ningún balón. No lo duden, el fútbol colombiano tiene estirpe bananera.
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