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Antolínez

Foto del escritor: Fredy Josué NiñoFredy Josué Niño

Una reseña del primer ídolo del fútbol de Cúcuta, cuyos logros perduran en forma de escultura.



Fotografía tomada de “La Opinión”, en la que se registra un homenaje a la estatua del popular Antolinez.


La capital de la frontera marcaba más de 32 grados centígrados, algo normal para la fanaticada rojinegra que cual feligrés camino a un templo, cumplía una vez más con el compromiso de apoyar a la divisa de la tierra. No interesaba quien era el rival, mucho menos la posición en la tabla, lo verdaderamente importante era que el Cúcuta Deportivo jugaba esa tarde de junio del 79 en su fortín: el vetusto General Santander.


El onceno motilón ocupaba el puesto doce entre los catorce equipos de la primera división de Colombia; en un torneo en el cual no existía el descenso, parecía sentirse cómodo sin aspirar a nada. Ya habían pasado quince años de aquel cabezazo de Julio Brucesi que estuvo a punto de cambiar la historia de la furia rojinegra.


En las afueras del estadio, una figura captaba la atención de los fanáticos, en especial de los niños que de la mano de sus padres se iniciaban como hinchas del motilón. Era una efigie humana, oscura y que parecía ser venerada por los mayores, no era la estatua de un prócer de la independencia, ni de algún “conquistador” proveniente de la península… ¡era la estatua de un futbolista!



Esta imagen, de autor anónimo, recrea los rasgos de “Antolinez”, quien se muestra en una pose similar a la que perduró en su escultura. - Imagen de La Opinión.


La escultura, ubicada sobre un mesón de concreto, no era muy alta y mostraba la figura de un deportista hincado que sostenía en sus manos un balón. “¡Ese es Antolínez!… el mejor arquero de Colombia en su época…”, comentaban algunos de los más veteranos seguidores rojinegros. El mito urbano rezaba que había muerto “apuñaleado por alguien que le apostó a un equipo rival”, luego de una gloriosa tarde en la que lo atajó todo.


Lo cierto es que Daniel Sáyago Antolínez, llegó al mundo en 1911, en un humilde hogar del barrio El Callejón de Cúcuta. Desde muy chico mostró completa apatía por la escuela y el conocimiento, su vocación fue la pelota en cualquiera de sus versiones: de caucho, de trapo, limones o naranjas.


Su temperamento díscolo y pendenciero, así como sus indudables condiciones deportivas lo empezaron a destacar en el imberbe fútbol aficionado de la frontera en el cual se identificó con el apellido materno.

Hace un siglo el fútbol era una marea incontenible que se regaba por toda Cúcuta, tomando como epicentro el colegio Gremios Unidos, claustro que formó un equipo aficionado que originó la Asociación Cucuteña de Fútbol, ente que organizó los primeros torneos con equipos como Latino, Libertad, Andes y Ferrocarril que orgullosos llevaban a un nivel competitivo el honor de representar a su barriada.


Antes de esa naciente agremiación, Antolínez ya había debutado con la casaca de Napoleón, desempeñándose en todas las posiciones del juego. Al momento del primer torneo organizado defendió los colores de Gremios Unidos equipo con el que inició jugando de defensa y terminó de arquero, su imbatibilidad fue clave para lograr el título. Su talento lo llevó a la vecina ciudad de Maracaibo donde con la camiseta de Zuliano se alzó con otro título de campeón, tenía solo catorce años.



Imagen de 1929, el entonces “Cúcuta Football Club”, desfila en las Olimpiadas de Cali. Foto tomada de la página oficial del Cúcuta Deportivo.

En 1932 Antolínez fue pieza clave para que el Cúcuta Deportivo (fundado en 1925), representara a la región en las Olimpiadas de Medellín, fue tal su rendimiento que dos años después defendió al equipo de Bogotá, sus condiciones se destacaron en las pequeñas crónicas de la prensa deportiva de la capital. Norte de Santander lo “repatrió” para los juegos de Manizales 36 y Cali 39, en los cuales abandonó la “cabaña” y mostró su poder goleador.


Para 1940 la ciudad de Cúcuta vestía sus mejores galas, en medio de los actos conmemorativos del centenario del fallecimiento de Francisco de Paula Santander, en un enorme lote del barrio Lleras se inauguraba el estadio Santander.



El “General Santander” en una tarde fútbol de 1960. El “fortín motilón” fue inaugurado en 1940 en juego en el cual participó Antolinez. Foto tomada de la página oficial del Cúcuta Deportivo.


El equipo local, Centenario, tuvo que apelar a Daniel Antolínez para ocupar su portería ante Cartagena; en el intermedio, la afición ovacionó de manera atronadora a su máxima figura, quien sin embargo no pudo evitar la derrota por la mínima diferencia.


Al término del juego Antolínez se fue de juerga y se vio envuelto en una riña en la que un puñal asesino cegó su vida, tenía apenas 29 años.


Volviendo al inicio de nuestro relato, en aquella tarde del 79, diez mil aficionados colmaron el General Santander para ver un cero a cero para el olvido; años después en 2005 algún dirigente del Cúcuta Deportivo ordenó retirar la estatua de Antolínez, como queriendo borrar el legado que dejó en la historia del fútbol de la región.


Pero como el pueblo no olvida, en 2015 se descubrió una nueva estatua de Antolínez; su autor: Julio Antonio Urdaneta, zapatero de profesión y escultor por pasión, quien antes de fallecer en 1976 había prometido hacerle una estatua a su ídolo de la infancia.


La historia del fútbol colombiano es el reflejo de una sociedad con amnesia. La documentación bibliográfica, fílmica y fotográfica es escaza y muchas veces manipulada. Lo que sí es cierto es que la nueva estatua de Daniel Antolínez reposa agazapada pero lista para “saltar al terreno de juego” y eso es algo que ningún burócrata podrá evitar.


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